Estamos en la primera semana de Mayo y ya se anuncia en varios países el término de la cuarentena decretada en prácticamente todo el mundo, con motivo del Covid 19.
Ha sido una etapa de incertidumbre, causada por la mortalidad de muchos de los que han contraído la enfermedad, con índices tan altos como el de España, cercano al 10% de las personas contagiadas, mientras el de una epidemia de gripe es de menos del 1%.

La preocupación nace de la incapacidad de defensa, pues no existe una vacuna, que sería el remedio preventivo, ni tampoco una medicina curativa. Una y otra están en fase de estudio por parte de laboratorios y epidemiólogos de todo el mundo y cuando se encuentren, se pasará a la etapa de experimentación que requerirá un tiempo más.
Esto significa, según los principales especialistas del mundo, que se necesitará un período de entre 12 y 18 meses para contar con una vacuna y medicinas curativas para controlar el virus.
Mientras tanto, la única solución será la más antigua, el confinamiento, que da lugar a las cuarentenas impuestas en ciudades de casi todos los países, pues lo único que acaba con la propagación del virus es evitar el contacto entre personas, para que este desaparezca al no poder reproducirse.
Con este panorama, la única solución es hacer caso de las indicaciones que ya todos conocemos: ser muy prudentes en los desplazamientos que se hagan al salir de la casa y poner toda nuestra confianza en Dios.
La reiniciación parcial de actividades no implica que el virus ya está controlado, sino que con precaución y aplicación de medidas menos estrictas, pero limitantes de todos modos, algunas personas pueden iniciar actividades en algunos sitios.
Como católicos que somos, reforzados además en los últimos años por el conocimiento adquirido sobre la palabra de Dios en el curso Compass, debemos entender que esta epidemia es una prueba que ha permitido El Señor, para que la humanidad recapacite y entienda que la evolución inmensa que ha tenido el mundo en el aspecto tecnológico, no convierte al hombre en un ser autosuficiente y con licencia para hacer lo que quiera con tal de lograr su satisfacción personal, sino que en todo momento debe tener como punto de referencia a Dios, el respeto por los demás y los principios de comportamiento que ÉL ha dado desde que nos creó.
Esos principios están encaminados a enseñarnos como vivir en un mundo en el que tenemos que compartir espacio y tiempo con otras personas y por consiguiente actuar siempre en función de ellas, respetando, complementando y ayudando a quienes por circunstancias de la vida se cruzan en nuestro camino.

Desde que llegamos a este mundo, creados por Dios a través de nuestros padres para ser parte de una familia, hasta cuando nos vamos de él, nuestra función es convivir con los demás y entender que nuestro principal punto de referencia debe ser siempre cumplirle a Dios.
Ese Dios que nos ha prometido satisfacer nuestras necesidades y ayudarnos en las situaciones difíciles, con los talentos que nos ha regalado y su gran Poder puesto a nuestra disposición, con el único requisito de cumplir sus mandamientos y corresponderle el amor que nos tiene y nos demuestra cada día.
Y en una situación difícil como la que vivimos, ese gran amor que nos tiene debe hacernos sentir la confianza que ÉL nos expresa de innumerables maneras en su palabra expuesta en la Biblia, asegurándonos en todas las formas que para El no hay nada imposible y que cuando no sepamos qué hacer en una situación tan incomprensible como la actual, debemos dejar en sus manos, con toda la confianza, la solución a nuestro problema.

Tranquilidad, calma, serenidad, paciencia, buen genio, optimismo, cordialidad, sencillez, capacidad de adaptación, confianza en que Dios no nos dejará solos en ningún momento, son las actitudes que debemos adoptar en este tiempo a nuestra forma de ser, para que cuando volvamos a la normalidad, tengamos una nueva forma de asumir la vida y un comportamiento acorde con los ajustes y enseñanzas que la situación actual nos ha hecho ver y entender.
El resumen de lo expresado es que estamos ante un problema aparentemente indescifrable de momento, pero cuya solución es más espiritual que material y está en nuestras manos, pues el desequilibrio lo hemos causado por invertir los valores y dejar a un lado a Dios, Creador, fuente y alimento de nuestra vida, quien por su amor y a pesar de todo, está siempre dispuesto a perdonar nuestras faltas y darnos la seguridad y CONFIANZA que necesitamos para superar este momento.

Y a la Confianza agreguémosle ORACIÓN, que es la forma que tenemos para comunicarnos con Dios, bien con alguna de las oraciones convencionales, dentro de las cuales el Padrenuestro es la principal, pues fue la única directamente enseñada por nuestro Señor durante su vida terrena o en un diálogo normal como con un amigo, a quien le contamos las situaciones que vivimos y le pedimos su consejo y ayuda.
De entrada sabemos el gran AMOR que nos tiene y solo queda correspondérselo e incrementar con nuestros actos la confianza que EL nos ha dado, para que se traduzca en la seguridad y tranquilidad que en momentos como este necesitamos.
Que Dios los bendiga a todos.

Escrito por: Samuel Calderón Salazar, director de Compass Católico, colombiano de nacimiento y actualmente viviendo en Pembroke Pines, Florida.