Los católicos estamos mejor preparados que otros, para soportar y sobreponernos a una crisis severa, como esta que estamos viviendo a nivel mundial por a la pandemia del COVID-19. Es una realidad que debería ser evidente ante los ateos, viendo a un católico enfrentar la crisis con paz y seguridad.
¿Estás tú dando ese testimonio de fe en Dios, en este tiempo de crisis?
Cada caso es diferente dependiendo de la situación económica, familiar, edad y estado de salud; pero el fundamento de nuestra respuesta católica a la crisis es igual para todos: El poder de Dios sobrepasa todas las cosas que existen, porque como dice San Pablo (Romanos 8:28), Dios torna una tragedia en algo positivo para aquellos que le aman. El mayor ejemplo podemos verlo en el Evangelio de San Marcos (15:6-37) cuando Jesús murió en la cruz.
Imagínate viviendo tú en aquella época en Palestina y haber conocido a Jesús, primero como un gran profeta, luego como el ungido de Dios para sanar a la gente, y más tarde reconociendo que él era realmente el Hijo de Dios. Pero al verlo morir en la cruz, sólo, abandonado por sus discípulos y dando gritos de dolor, todas tus alegrías y esperanzas se desvanecen ante tus ojos.
¿No es esa la peor tragedia que podría ocurrirle al mundo?

Sin embargo, Dios Padre convirtió aquella tragedia humana en su mayor regalo a su creación, la presencia de su Hijo en todo momento y en todo lugar. De no haber sido así, tú no tendrías 2,000 años después y viviendo al otro lado del mundo, acceso a la salvación eterna.
Eso es grandioso, dirás, pero ¿qué tiene que ver con esta crisis? Esa experiencia nos da la base para vivir esta crisis sin desesperación y con esperanza, aunque la muerte nos aceche, porque sabes que aun muriendo, vivirás, tal como lo promete Jesús y te invita a creerle (Juan 11:25-26), de manera que al final de la crisis, siempre habrá ganancia para ti. Por eso te propongo tornar la sensación de temor, soledad o aislamiento que puedes estar sintiendo, en algo constructivo para tu crecimiento material y espiritual.
Revisa tu situación financiera.

Toma papel y lápiz para revisar tus gastos en esta época donde hay menos ingreso familiar de lo acostumbrado. Encuentra la manera de sobrevivir solo con lo esencial, pero sin dejar de pagar deudas, hasta disminuir al mínimo tu necesidad de ingreso. Esta es muy buena época para aprender a vivir de una manera más ordenada y con menos, porque hay fuentes de ayuda económica y hasta distribución de comida gratis. La experiencia podría ser de utilidad, si más adelante tu familia tiene que sobrevivir solo con la mitad del ingreso familiar por falta de trabajo o una enfermedad. Dios te recompensará todo el empeño que puedas ponerle a este esfuerzo (Proverbios 21:5), primero mental y después existencial, y sentirás un gran alivio a la presión de la crisis.
Revisa tu situación personal con parientes y amigos.

Usa el tiempo ocioso para recordar cualquier cosa que tienes pendiente de resolver con parientes y amigos, sean graves, complicadas o sencillas, y aprovecha este distanciamiento forzado para contactar por teléfono o internet a cada uno de ellos. Este es un buen momento para perdonar y pedir perdón, porque todo el mundo está sensible y necesitado de calor humano; y ten la seguridad que te abrirán las puertas de sus corazones, porque les estarás hablando con sinceridad y sin excusas. Al hacerlo, le darás gracias a Dios por esta crisis, porque te habrá permitido limpiar el corazón y salir de la crisis sin ninguna deuda moral pendiente (Mateo 5:23-26).
Revisa tu situación personal con Dios tu creador.

Dedica los momentos de soledad para pedirle a Dios que te abra los oídos del corazón, para escucharle sus sabios consejos y guía para regresar a él, pero dale tiempos de verdadero silencio para escuchar su voz. Dios te hablará con aquella misma voz con que dijo, “hágase la luz”, la cual fue escuchada aun cuando todavía no existía el oído humano (Génesis 1:1). Para ponerte en condiciones de escuchar su voz, prepárate invocando al Espíritu Santo y rezando sólo una parte de tu devoción regular, un misterio del Santo Rosario, la introducción a coronilla de la Divina Misericordia, o el primer Salmo de la Liturgia de las Horas; después, para de rezar y guarda silencio.
Ten la certeza que vas a escuchar su voz en el momento en que Dios así lo disponga; pero ten paciencia si tarda en suceder, porque después de escuchar su voz en tu corazón, estarás tan feliz que vas a desear que el encierro por la crisis no termine, así como le pasó a Pedro, Santiago y Juan (Lucas 9:28-33).
Mario Ganuza
Diacono Permanente
Arquidiócesis de Miami, Florida