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María, Camino para el Encuentro con Dios

Hoy te invito a reflexionar sobre cómo Dios continúa utilizando a María para acercar a quienes se han puesto de espaldas a Él. En tal sentido, quiero tejer con varios hilos dejados sueltos en el artículo precedente: María. Miembro insigne y modelo de la Iglesia, en el cual afirmábamos que, la Santísima virgen, utiliza el don de ser la Madre de Dios para apoyar a sus hijos y eso lo podemos observar desde el mismo inicio de la vida pública de Jesús, en las Bodas de Caná (Jn 2, 1 – 11).



Recordemos que María estaba como invitada en aquella boda -al igual que Jesús y sus discípulos- “Al quedarse sin vino, por haberse acabado el de la boda, le dijo a Jesús «No tienen vino»” Jn 2, 3; es decir, inmediatamente fue a interceder ante su Hijo y, aun cuando este le respondió que no había llegado su hora, Jn2, 4, sin dudarlo, dijo a los sirvientes «Haced lo que él os diga» Jn 2, 5. Adiciono este inciso para destacar que, para ayudarnos, nuestra Madre del cielo pide que hagamos lo que su Hijo dice.


Cuando el maestresala probó el vino que los sirvientes le llevaron, buscó al novio para decirle: «Todos sirven el vino bueno primero... Tú, en cambio, has reservado el vino bueno hasta ahora.» Jn 2, 10. Esto lo realizó Jesús para manifestar su gloria y creyeran en Él sus discípulos. Jn 2, 11. Considero que ello fue así porque Jesús, ante todo, respeta nuestra libertad y se vale de las situaciones cotidianas para llevarnos a Él. Bien sea que nos encontremos cerca suyo, como el caso de los apóstoles o que seamos una oveja perdida como la de la parábola descrita en el Evangelio de san Lucas (Lc 15, 3 – 7).





El don del Espíritu Santo da pie a María para ofrecer la ayuda de su corazón maternal a quienes emprenden el camino para buscar su ayuda, bien sea para sí o para otros. El artículo publicado en Aleteia Él fue a Aparecida a pedir el milagro de la curación de su hermano, da cuenta de esta bendición. El mismo se refiere a un hombre, de 42 años, alejado de Dios que, ante la noticia de la gravedad de su hermano, sin ninguna preparación previa, emprende un viaje de 100 Kms., en bicicleta, al santuario de Aparecida, para invocar la intercesión de la Virgen por la salud de su hermano.



Lo hermoso de la referida historia es que, este peregrino cuyo único objetivo era llegar hasta la imagen de Nuestra Señora de Aparecida y, de alguna manera, arrancarle a la Virgen el milagro de la sanación de su hermano, vio su corazón transformarse a medida que se acercaba a María. No tenía fe, hacía mucho tiempo que no rezaba, y Dios ya no ocupaba un lugar en su vida. Sin embargo, a medida que avanzaba, solo pensaba en Dios, en María, en la curación de su hermano y rezaba sin parar.





Saliendo de sí mismo, continuaba rezando, pero ya no solo por el hermano que se encontraba en la Unidad de Cuidados Intensivos, su oración se extendía a todos. En la parte final de su viaje, después de mucho esfuerzo físico, llorar y rezar entendió que no estaba solo; que Dios caminaba a su lado y que no lo abandonaría. Necesitó salir de sí, superarse física y emocionalmente y vencer su egoismo para encontrar a Aquel que siempre estuvo a su lado y fue María quien lo ayudó a lograrlo.


La Virgen invita con su ejemplo a los demás miembros de la Iglesia a abandonarse a la acción del Espíritu Santo. Paulo Luis, que así se llamaba el peregrino, a los pies de la imagen de Nuestra Señora de Aparecida, no pidió por la curación, pues había recuperado la fe y tenía plena confianza en que su hermano se encontraba bien. Sencillamente, agradeció a Dios por el don de la vida, de la familia, de su hermano y de la belleza en las cosas más simples. En este gesto encontramos un detalle importante, como es el agradecimiento, una conducta de la cual debe hacer gala un buen administrador.


El Espíritu Santo lo había impulsado a buscar a María, Paulo Luis fue dócil a su voz y, como en la parábola del Hijo pródigo (Lc. 15, 1-3, 11-32), emprendió el viaje, en este caso, hacia su Madre que lo conduciría a un encuentro de amor con el Padre, mediante la intervención de María Santísima y la acción de la tercera persona de la Santísima Trinidad: el Espíritu Santo. Siendo de esta manera, podemos afirmar que, definitivamente, María es puente para el encuentro con Dios.








Escrito por Ermelinda Mendoza de Ferrer, Directora de Compass Venezuela y parte del Movimiento de Cursillos de Cristiandad del mismo país.


Si quiere tomar el curso en Venezuela, puede escribir a venezuela@compasscatolico.org.






*Conozca más sobre la historia en: https://es.aleteia.org/2016/11/06/el-fue-a-aparecida-a-pedir-el-milagro-de-la-curacion-de-su-hermano-pero-no-podia-imaginar-lo-que-iba-a-pasarle-a-el-mismo/

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